lunes, 5 de octubre de 2015

EL CAMINO DE LA REVOLUCIÓN

Por Ceferino Maestú


Evidentemente, la revolución debe ser una transformación de las estructuras jurídicas, sociales y económicas de un país, pero procurando evitar, hasta donde sea posible, el desorden  provocado por el cambio de un orden a otro, con todas las consecuencias nefastas que  pueden  sobrevenir. La revolución no está en la algarada, sino en la transformación real.  Muchas veces ha ocurrido que los trabajadores han desahogado sus aspiraciones en una simple revuelta ciega sin objetivos precisos. Y no se trata de desahogarse, de vengarse, sino de  modificar una realidad, de construir un orden nuevo para la sociedad y para la economía.

Ahora, en cualquier lugar, la tentación de los revolucionarios es escuchar las voces de sirena, atender a quienes pretenden distraerlos con pequeñeces, enzarzarles en las luchas pequeñas, en las polémicas sin trascendencia, gastar su pasión y su capacidad de acción en despejar el camino de perros. Pero, como nos enseñaba Ramiro Ledesma Ramos, hay que ponerse  algodones en los oídos, si es necesario, para concentrar todo el esfuerzo en una sola dirección,  hacia la conquista de las metas revolucionarias propuestas. Hay que pelear como si nada ocurriera a nuestro alrededor, preparando unos equipos de hombres con ideas claras, señalándose unos objetivos sucesivos que nos acerquen a donde queremos ir, y despreciando  olímpicamente a quienes tratan de llevarnos a su terreno para tendernos sus trampas y hacernos fracasar.

Pero  volvamos a la línea de nuestra exposición. Aunque pueda haber casos en los que esté  plenamente justificada la expropiación sin indemnización previa ni posterior, la norma  general, creo que debe ser la de considerar una transferencia de derechos, condicionada  por  una legislación revolucionaria.

Tal y como decía Ramiro de Maeztu en junio de 1919, cuando las derechas le llamaban “el  malo” y mantenía estrechos contactos con el movimiento guildista británico, hasta el punto de que escribía más en Inglaterra -donde tenía un extraordinario prestigio, en los sectores intelectuales partidarios de una modificación de las estructuras sociales- que en España: “la  emancipación de los obreros de la industria solo puede consistir en la toma de posesión de los instrumentos de producción por los obreros mismos como piden los sindicalistas…”.

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