jueves, 11 de junio de 2015

LA REVOLUCIÓN NACIONAL Y LAS IZQUIERDAS

Por Ramiro Ledesma Ramos


El izquierdismo español, que se manifestó tan potente al efectuarse la proclamación de la República, no ha podido cumplir en nuestros días misión histórica alguna. Ello es lógico. Su presencia se ha retrasado, puede decirse que un siglo. El fracaso del izquierdismo consiste en no haber podido desplegar sobre España, con ardor jacobino, una bandera nacionalista, popular y exasperada. El siglo XIX ofreció varias coyunturas favorables para esa tarea. Ahora bien, en 1931, al tomar en sus manos el Poder, esa consigna nacionalista exasperada era ya de hallazgo muy difícil. Pues en el izquierdismo actuaba una fuerza nueva -la doctrina clasista e internacionalista de los proletarios-, que chocaría con una posible derivación jacobina y nacionalista de la República, grata quizá, por ejemplo, a un Azaña.

Influido, además, el izquierdismo por toda la acción sentimentalista de la postguerra, y acogido a la sombra de los proletarios rojos, repetimos que es ya, en nuestros días, una fuerza sin misión, perturbadora e infecunda. Desde luego, como se ha visto a su paso por el Gobierno, desprovista de capacidad para promover la resurrección española.

Nos estamos refiriendo, naturalmente, al izquierdismo burgués. Pero lo que da vida a las izquierdas son las zonas proletarias españolas. Los trabajadores están hoy, libremente, a merced de las propagandas marxistas. No gravita sobre ellos ninguna otra bandera revolucionaria como no sean los estandartes negros de la F.A.I.

Un movimiento fascista de envergadura ambiciosa tiene, en la realidad del izquierdismo español, la mejor y más clara indicación de cuál es su verdadero camino. Ha de interpretar primeramente el nacionalismo exasperado que la pequeña burguesía republicana no pudo recoger en abril de 1931. Ha de abrir brecha en el frente rojo de los proletarios, arrebatando un sector de trabajadores y de militantes revolucionarios al marxismo.

La doctrina y la táctica de las izquierdas parecen estar cerradas a cal y canto a toda resonancia de carácter fascista. Sobre este extremo, cuanto ocurre y viene ocurriendo en España ofrece perfiles a la vez dramáticos y cómicos. Muchos identifican la ruta de las derechas con el fascismo. Pero lo que puede observar cualquiera, examinando las tácticas y los fundamentos doctrinales de izquierdas y derechas, es nada menos que esto: En España las derechas son aparentemente fascistas, y en muchos extremos, esencialmente antifascistas. Y las izquierdas son aparentemente antifascistas, y en muchos aspectos y pretensiones, esencialmente fascistas. Esto, si no tiene un cien por cien de verdad, habrá que convenir que se acerca mucho a ella.

Ahora bien, el fascismo que puede desarrollar la pequeña burguesía izquierdista, cuando está flanqueada por el marxismo, como le acontece a la española, y cuando no dispone de una doctrina nacional fervorosa, como también le ocurre aquí, ese fascismo, repito, tiene un nombre poco envidiable: Méjico.

Extraído de su libro ¿Fascismo en España?, publicado con el seudónimo de Roberto Lanzas

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