sábado, 20 de junio de 2015

EUROPA, PROYECTO NORTEAMERICANO

Por Gustavo Bueno


Lo cierto es que la Segunda Guerra Mundial, que Alemania había comenzado como fase preparatoria de su proyecto europeo, terminó con la destrucción de la Alemania nazi y, por tanto, de ese su proyecto europeo. Pero no por ello terminó todo proyecto de unidad europea. Uno nuevo iba a conformarse inmediatamente después de acabar la Segunda Guerra Universal. Sólo que este proyecto, determinado en gran medida por la presencia de la Unión Soviética a todo lo largo de la frontera Este europea (la que Churchill llamaría el «telón de acero»), se desencadenó principalmente a consecuencia de una iniciativa de los Estados Unidos de América.

Se trataba, en efecto, de un proyecto europeo (o de un embrión de un proyecto europeísta) que, hasta cierto punto, podría considerarse la contrafigura del proyecto geopolítico nazi; por lo menos, la «Óptica aérea» de la OTAN constituye una contrafigura de la  «Óptica terrestre y naval» de los geopolíticos nazis. En dos palabras, era preciso reconstruir estratégicamente a Europa como una muralla imprescindible para frenar el «oleaje imperialista» impulsado por el comunismo de la Unión Soviética. El punto de arranque fue, en efecto, la conferencia que el General Marshall pronunció en Harvard el 5 de julio de 1947: «no sería bueno que EE UU emprendiera la reconstrucción europea. Debería hacerlo la propia Europa». Sin embargo, fue el llamado «Plan Marshall» el que puso en marcha la «re-construcción». El plan de reconstrucción implicaba, de hecho, una «globalización» de Europa -de la Europa dividida por las Guerras Mundiales-, una «globalización» realizada desde el exterior (también la globalización de Hispania había siclo realizada originariamente por Roma). Una globalización «interiorizada» inmediatamente en el mismo proceso de la administración, distribución y ejecución del plan de reconstrucción europea.

Ahora bien: que la UE haya nacido bajo la protección de EE UU frente a la URSS no quiere decir que Europa no pueda comenzar a representar también el papel, no sólo de un aliado, sino de un poder competidor suyo (sobre todo una vez producida la crisis de la Unión Soviética). Un poder competidor que EEUU verá con recelo creciente y que le moverá, en su momento, a apoyar a Rusia contra Alemania, siempre que aquélla se mantenga dentro de ciertos límites [1]. En cualquier caso, las conexiones de la UE (ante todo, de la Unión Europea Occidental) con la Alianza Atlántica quedarían firmemente establecidas en Maastricht. Las fórmulas utilizadas en la Declaración I son muy significativas, entre otras cosas, por el recurso que ellas hacen a las Ideas de identidad y de Solidaridad: «Los Estados miembros de la UEO coinciden en la necesidad de desarrollar una genuina identidad europea de seguridad y defensa y asumir una mayor responsabilidad europea en materia de defensa... la UEO formará parte integrante del proceso de desarrollo de la Unión Europea e incrementará su contribución a la solidaridad dentro de la Alianza Atlántica». Los acontecimientos de Yugoslavia, durante el último año del siglo, dan la medida de hasta qué punto son los intereses de los EEUU, a través de la OTAN, más que los intereses de la Unión Europea, los que llevan al «control de la paz», después de excitado el polvorín, en el territorio europeo; es el sueño de EEUU, el de poder desempeñar el papel de un país en paz y en prosperidad que se ve obligado a intervenir para que los disturbios salvajes de la vieja Europa puedan ser sofocados, dando salida de hecho a sus armas y a un futuro «plan Marshall» de reconstrucción yugoslava. Es decir, sin perjuicio de la eventual creación de una fuerza militar o ejército de «identidad europea» la conexión con la OTAN queda garantizada en nombre de la «solidaridad». Pero sobrentendemos que una solidaridad, en sentido pleno, sólo tiene realidad cuando se establece frente a terceros; y estos terceros se sitúan aproximadamente hacia la misma dirección en la que se situaban las potencias enemigas cuando acabó la Guerra: son los «terceros asiáticos» (contados acaso a partir de los Urales: China y Japón) y, por supuesto, los «terceros musulmanes».

Nota de Pueblo Indómito:

[1] Gustavo Bueno ya apuntaba en 1999 que EEUU fomentaría a la Rusia debilitada contra los poderes europeos mientras esta se mantuviera en unos márgenes. Hoy en día, con la reconstrucción nacional rusa y su refortalecimiento –una vez superada la crisis de la disolución de la URSS-, EEUU está haciendo justo lo contrario, apoyar a países que puedan debilitar los intereses rusos.


Extraído de su obra España frente a Europa (1999)

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