viernes, 2 de enero de 2015

ANTICOMUNISTAS

por Juantxo García

Cuando yo tenía 7, 8 , 9 años mi padre me llevaba los domingos por la mañana de paseo. Íbamos, con preferencia, a la valencianísima plaza redonda, a intercambiar cromos, desde Benicalap. Cogíamos el “trenet” que nos llevaba hasta la estación central del llamado “puente de madera” y, desde allí, nos íbamos andando al centro. Muchos de esos días, para variar, íbamos a vistar a un hombre enjuto y alto llamado Miguel, al que mi padre llamaba Miguel “el cristalero”, que era de Albacete como él. Recuerdo que su mujer se llamaba Maruja y no pocas veces nos recibió con las lágrimas en los ojos: habían detenido a su marido. Miguel “el cristalero” era militante clandestino del PCE y sobre él se cebaron los “grises”, por lo que comentaba mi padre, en más de una ocasión y, desde luego, siempre con escasísimos modales; esto es, lo molían a palos.

Miguel “el cristalero” es el único comunista al que conocido. Años después, en la universidad, me topé con algunos otros comunistas, pero estos ya no eran del “temple” de Miguel “el cristalero”, estos comunistas eran ya un recuelo pasado por el cedazo del la revolución pequeño-burguesa de mayo del 68; esto es, puro plexiglás.

Los comunistas de hogaño, después de décadas de estupidización a través de los planes de educación (aunque mejor sería decir trepanación) demo-capitalistas aún son de infinita peor calidad que los pululaban durante la “transición”. Al menos, aquellos, que ahora rondarán los sesenta tacos, leían a Marta Harnecker y eso que se llevaban al coleto.

Seamos realistas. Comunistas, comunistas, lo que se llama comunistas no hay, salvo en la reserva prusiana (y no sé si decir espiritual) de Corea del Norte. En España es posible que quede alguna secta perdida, pero lo que en los medios de comunicación y en los chascarrillos se entiende (nos venden) por comunista es una trola del tamaño de la pirámide de Keops.

¿Qué hay, pues?

Por un lado, niñatos que, como mucho, juegan al bolivarianismo de salón en una suerte de cocktail que reúne todos los “ismos” evacuados por las diferentes izquierdas a lo largo de todos estos decenios y para los que Lenin, caso de vivir en esta navidad de 2014, no tendría más remedio que aplicar el calificativo de “mencheviques blanditos”… para volverse inmediatamente después a la tumba.

Stricto sensu, el comunismo no existe salvo de manera nominal. En todo caso, los medios de comunicación del sistema pasean por las teles un espantajo para acobardar a la masa. Cuando empiece la andanada electorera contra Podemos (otro pálido, pálido, pálido recuelo de viejos relatos vagamente comunistas) veremos con mayor asiduidad este grosero show intimidatorio. Pero que nadie se espante: un show televisivo es un show televisivo.

¿Significa esto que el anticomunismo no tiene su eficacia como vía para que la grey no se desmadre? En absoluto. El anticomunismo vende y es útil todavía. Así, el anticomunismo, entre otras cosas, sirve para que la mesnada “de orden”, facha y postfranquistoide, a través de su terminales mediáticas (Es-radio, Intereconomía y otros “coches escoba” sistémicos), esté “en guardia frente a la que se avecina”.

El anticomunismo, pese a ser una zanahoria para tontos, sigue cumpliendo un importantísimo papel.

Mientras el tonto ve su cerebro invadido por el “anticomunismo”, queda incapacitado para hacer cualquier análisis de la realidad medianamente serio. Mientras el fachilla de a pie, piensa en que Stalin sigue al acecho, le es inevitable pensar que Estados Unidos es el emporio de la libertad, el paladín de la democracia y el superhéroe de la Marvel que nos bendice (y nos defiende) al resto de mortales con el justiciero mazo de la libertad liberal.

Mientras el tonto ve su cerebro invadido por el “anticomunismo”, no puede dejar de percibir a Valdimir Putin como una suerte de gatuno Mefistófeles que vino del frío, ser diabólico que se desayuna todas las mañanas con tres bebés crudos, y cuyo objetivo (avieso objetivo) no es otro que quitarnos las vacaciones de verano, deportar a Jorge Javier Vázquez y a Paz Padilla a algún lugar recóndito de Siberia y, por supuesto, arrebatarnos la liga de fútbol profesional.

Mientras el tonto ve su cerebro invadido por el “anticomunismo”, el ser inerte que padece de imbecilidad no piensa en que su país es una colonia económica, militar y cultural del Tío Sam. Es tan idiota, tan idiota, que incluso ha olvidado como estos hijos de puta nos trituraron en 1898 y hasta les ponen carita y sonrisa boba.
Mientras el tonto ve su cerebro invadido por el “anticomunismo” y piensa que “el Coletas” quiere convertirnos en una Venezuela cualquiera, no se da cuenta de que, de facto, España ya es, en su faz más tétrica, una Venezuela cualquiera. Y, por supuesto, ni remotamente ha oído hablar de lo que representa el TTIP para él, su familia y su bolsillo.

El anticomunismo es pura diarrea mental y sopa para esquizoides.

Postdata: lo dicho para los anticomunistas es, dándole la vuelta a la tortilla, aplicable al 100% a los de la acera de enfrente, a esos otros analfabetos funcionales que conocemos como “antifas”.


Extraído de: La Página Transversal

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